Los diferentes niveles de conciencia del ser humano

Los diferentes niveles de conciencia del ser humano

A lo largo de la historia se ha tratado de buscar la mejor forma de representar los diferentes niveles de conciencia del ser humano.

Rudolf Steiner presentó una imagen del ser humano que sigue siendo válida más de un siglo después, habiendo sido seguida por pensadores tan actuales como Ken Wilber

La conciencia sería desde este punto de vista, no solo un estado, sino el verdadero motor y fuerza de la evolución humana. Siendo un escalón superior el que se mostraría como potencial para ser la causa del siguiente paso evolutivo.

Se presenta aquí esta visión a la realidad del ser humano que recoge diferentes tradiciones milenarias, sabiendo que cualquier esquema que se haga, por más superior que este sea, no podrá reflejar la integridad del hombre.

Los elementos constitutivos

Cuerpo físico

El cuerpo físico del ser humano es aquella parte material que constituye su organización. Formada por sustancias químicas se descompondrán y volverán a la tierra en el momento de que les abandone la vida.

Es solo sustancia y carece de conciencia.

Cuerpo vital

El siguiente escalón es la entidad que sostiene unido al cuerpo físico. Es el responsable de las funciones metabólicas con sus siete procesos.

A este nivel aparece una primera conciencia, aunque debe atribuirse únicamente a lo instintivo (supervivencia y procreación).

En la historia del mundo vendría representado por la conciencia mágico-animista.

Alma sensitiva

Steiner denomina, alma al espacio interior de cada ser humano. Tiene cabida en el cuerpo anímico, también llamado astral de forma tradicional.

En este espacio se encuentra lo interno del ser humano con lo externo, acumulando experiencias.

Parte del mundo penetra mediante las percepciones recogidas por los órganos sensoriales del cuerpo y que son convertidas en sensaciones que resultan placenteras o dolorosas.

Aparece aquí un pensar muy elemental que se limita a unir la percepción con el concepto que ya se encontraba dentro de otra experiencia anterior.

Para generarse atracción o repulsión apenas se requiere una conciencia elemental que no analiza, sino que se comporta de forma algo reactiva, en función de sus apetitos.

No es capaz de trascender lo egoico.

El alma racional y afectiva

En este paso de conciencia aparece ya el pensar analítico, el propio de la filosofía griega. Este se desvincula de lo sensitivo logrando discurrir sin basarse en la percepción. De esta forma se puede superar ya lo particular y tratar de hallar lo universal, más allá de lo que a uno le despierte de alegría o rechazo.

Su herramienta es la deducción. Siempre piensa desde una representación. Existe el peligro de que se identifique con ella, pudiendo aparecer cierta emocionalidad.

El alma consciente

El siguiente escalón es el de tener conciencia de la conciencia

Este espacio interior cuenta con dos polos:

Uno, que se forma por el conocimiento de uno mismo

Otro, la parte más espiritual en la que está en contacto con lo bueno, lo bonito y lo verdadero a través de la intuición o revelación de lo espiritual.

En esta etapa de conciencia el ser humano puede vivir la Verdad independiente de los sentimientos que le despierte. Y, de hecho debe trascender sus simpatías y antipatías para lograr llegar a esta.

Es el nivel de conciencia que está tratando de conquistar la humanidad en la actualidad. En general, ya solo se debería poder trabajar en los intereses propios en la medida en que representan el bien común.

El Yo espiritual

Al entrar en contacto con lo bueno, lo bonito y lo verdadero, la persona se transforma y puede llegar a convertirse en una forma individual de expresión de estas tres virtudes. A este estado de conciencia se le denomina Yo espiritual.

Ya no se limita a iluminar el pensar, sino que, todo el comportamiento se integra en la conciencia haciendo que esta trascienda y que la voluntad y las acciones de las personas tengan un carácter más altruista

A este estado que es una manifestación de lo espiritual en el yo, otros autores lo han denominado como el Yo esencial y, los hinduistas, lo llamaron Manas.

En las condiciones evolutivas actuales muy pocas personas lo alcanzan y, de hacerlo, no permanecen en él.

Existen varias maneras de acercarse a él:

Uno de ellos es la meditación, el otro trabajar en comunidades conscientes, tratando de encontrar el bien común y el desarrollo evolutivo de la humanidad.

Formas de conciencia futuras

Rudolf Steiner indicó hacia dónde podría evolucionar la parte despierta de la humanidad, adelantando la posibilidad de que determinados seres humanos puedan alcanzar nuevos estados de conciencia casi inimaginables en la actualidad.

Espíritu de vida

Si se llega a trocar todo el mundo emocional, para que exprese la esencia espiritual, se puede alcanzar el estado de Espíritu de vida que otras personas han denominado Yo auténtico y que los hindúes llamaron Buddhi.

Alcanzado ese estado de conciencia podremos determinar nuestra vida de una forma espiritual, como si saliese de forma espontánea, llegando al hábito de inclinarnos hacia lo Verdadero.

Hombre espíritu

El estado de conciencia superior al que el ser humano puede aspirar es el de Hombre espíritu, que en el hinduismo se conoce como Atman.

En ese momento el ser humano podría alcanzar un estado capaz de determinar hasta su corporalidad y hacer que sus fuerzas y sus procesos sean un reflejo de su Verdadero Yo.

Condiciones de la evolución

Todo el proceso evolutivo deberá ir siempre en paralelo al desarrollo de la verdadera libertad.

Y es que solo viviendo desde ahí se desarrollará ese Hombre Nuevo que no existía antes, y que es la verdadera apuesta de lo divino.

Si quieres saber más

Visítanos en coachingbiográfico.es

Encarnación y Yo

Una de las mayores dificultades que se plantean en la existencia es la de poder diferenciar aquellas entidades a las que llamamos yo y a lo que tiene que ver con su encarnación.

El viaje del Yo hacia su encarnación

El Yo en el mundo espiritual

Un Yo que se encuentra en el mundo espiritual puede llegar a sentir la plenitud de encontrarse en su forma perfecta y de hecho es alentado a quedarse en ella por el señor de la luz. 

Sin embargo, por un contacto con el Cristo, que le muestra la humanidad y el desarrollo que esta necesita, puede sentir la invitación a hacer el mismo camino, que Él hizo hace casi 2000 años y decidir encarnarse.

El viaje de la encarnación

Si tras esa conversación ese Yo decide bajar a la tierra habrá de comenzar un largo proceso:

Parte de su Yo, solo una parte, comienza un largo peregrinaje por todas las esferas planetarias. De ellas irá tomando aquello que dejó en su paso por ellas, tras morir en la anterior encarnación y que se ha ido metamorfoseando, conforme a las leyes del karma. Esto constituirá su sustancia anímica y en la tierra su cuerpo astral, que recibe su nombre, precisamente por provenir de los  planetas y otros astros.

Ese Yo, ya envuelto por su parte anímica-astral, ha de llegar a cubrirse de dos nuevos cuerpos: aquel que le dotará de vida y el que le dará un soporte material o físico.

El Yo y el yo en la tierra

Así tras el nacimiento en la tierra, ese Yo encarnado y envuelto por los mencionados cuerpos, comenzará su vida terrestre y a escribir su propia biografía. Pero para poder desarrollar esta existencia en el mundo, deberá dotarse de un ego que vendrá condicionado por su lugar de nacimiento, su sexo, su situación social, etc y que le hará ir constituyendo un yo cotidiano. A este no debe confundirsele con la esencia de aquel que bajó a la tierra, aunque en muchas ocasiones por error se identifiquen.

Influencia del Yo en el yo

Existe una parte del Yo superior que no llegó a encarnar y que irradia a esa otra parte de Yo que sí lo hizo. Los efectos de esta iluminación se dejan sentir a tres niveles:

  1. En la propia conformación de la persona. Así se marcan sus rasgos y temperamento en combinación con aquello que hereda de los progenitores mediante las leyes genéticas
  1. En la parte anímica de la persona, especialmente en su voluntad.
  1. En el entorno de la persona en la tierra. Esta acción de su Yo es la responsable de la infinidad de encuentros “casuales” que la persona va llevando a cabo a lo largo de su vida y que irán conformando su biografía. También ese Yo desde su irradiación puede tratar de despertar a la persona. Así, mediante hechos en su vida, accidentes, pérdidas de trabajo de seres queridos, enfermedades, crisis etc, invitará a que se desidentifique con ese yo cotidiano y egoico y tenga la posibilidad de reconectarse con su verdadero Yo y con aquello que vino a hacer en la tierra.

Conviene estar despierto lo largo de la vida, ya que cada persona tendrá oportunidad de entrar en contacto con ese Yo en determinados momentos, algo que le permitirá encontrarse a sí mismo. Suelen situaciones de confusión y de crisis en los que todo lo anterior parece venirse abajo.

 La biografía es una de las mejores herramientas para tomar conciencia de la acción del Yo en nuestras vidas.

Aprendiendo del Coronavirus

Para muchos de nosotros están siendo tiempos de aprendizaje. 

Permitidme, que de la manera más clara y honesta que conozco, os comparta aquello que se encuentra en mi alma. Me gustaría que llegara como el fruto de mis vivencias y no de unas simples reflexiones.

Sé que este blog, aunque haya girado últimamente, se ha dedicado más al consejo farmacéutico, que a la confidencia personal, pero hoy necesito compartir mis sentimientos en esto tan raro que resulta Internet, donde uno nunca sabe si alguien llegará a leerle.

No pretendo apuntarme a las diferentes teorías del origen del virus, ni a las oficiales, ni a las conspiranoicas. Hoy no me interesa el porqué de este virus, sino el para qué ha venido y el qué ha venido a enseñarnos.

Mi primer aprendizaje es a lidiar con mi miedo.

En lo personal soy padre de un niño pequeño con un asma severo, que combate con todas sus fuerzas, pero que son pocas para lo que se le podría avecinar.

Además soy hijo de una madre ciega de 84 años que cuida con paciencia mi padre de 87 años. Ambos con un buen estado de salud. Llevo años asumiendo la reencarnación, creencia que me permite vivir con una relativa tranquilidad la idea de que, más temprano que tarde, habrán de pasar el umbral. Mi desasosiego, en cambio, viene dado por las terrible circunstancias que están rodeando este tránsito en estos momentos. La soledad, el desamparo y lo que debe ser no sentirse acompañado….

Me uno a la oración por aquellos en tránsito en estos momentos en cualquier lugar del mundo.

Quiero acoger ese, mi miedo. Porque me habla de lo que quiero a estas personas y de lo unido que me siento a ellas. Pero no quiero quedarme en ese temor ni que el pánico invada cada célula de mi cuerpo. Trato todos los días y todas las noches de trascenderlo. Y es, precisamente, en esa batalla cuando aparece mi vulnerabilidad. Saberme necesitado y que no puedo con la carga, mayor o menor, si no busco un apoyo y un sostén en algo más grande que mi persona y mis circunstancias.

Deseo que la vulnerabilidad penetre en el inconsciente colectivo para que sea el mayor regalo que nos deje el Coronavirus: La conciencia de fragilidad que se haga, no desde el pánico de que no somos nada, sino desde la certeza en el “Yo Soy”.

Sentirlo dentro de mi es lo que me ha permitido salir adelante cada mañana y cada noche y lo que me aporta la serenidad no ya para el futuro, sino para, simplemente, afrontar las siguientes horas. Estoy aprendiendo a que no es el resultado de la eliminación de mi miedo, sino la lucha por poder trascenderlo lo que me ha acercado a ese “No Yo, sino Cristo en mí” de Pablo.

Y si la vulnerabilidad me lleva hacia el camino vertical de la cruz, la solidaridad me guía por el larguero horizontal.

Pero esta solidaridad también he necesitado aprenderla. En los primeros días de esta crisis, al ir a comprar comida, me vi acaparando más de lo que podría necesitar en un confinamiento de meses. Y me pregunté, aquella comida que yo me llevo, es la que puedo no dejar a otros.

Días después leí en un mensaje la advertencia de que aquellos que acaparaban el jabón de los supermercados, que supieran que las manos no lavadas de los otros, por carecer de este, les acabarían contagiando. 

Creo que esta crisis nos va a dar la oportunidad para poder cambiar cosas, los que se pongan de ese lado, porque nada nos vendrá regalado, sino que ha de ser una conquista. Y capto la certeza que de que solo saldremos de esta si lo hacemos juntos y unidos.

Dice el gran maestro Francisco que la mejor manera de alcanzar lo que anhelas es agradecer lo que ya tienes.

Todas las tardes salimos a las ocho de la tarde a la ventana a aplaudir a los que están contribuyendo a ayudar a los otros: sanitarios, comerciantes, conductores de autobús, cajeras de supermercado, policías, y un largo etc.. Supongo, que lo hacen, superando su miedo trascendiéndolo para un bien superior. Y sí siento ese profundo agradecimiento, la última experiencia que he aprendido.

En ellos veo especialmente ese “Yo soy”.

Y ese “Yo soy” me lleva a mirarlos a ellos y a centrarme en ver lo grande que es el Ser Humano, sí aquel tan amenazado por algo tan pequeño y aparentemente insignificante como es un virus.

Tiempos de aprendizaje y de agradecer lo que estamos viviendo.

Los cuatro temperamentos: Visión antroposófica

Los cuatro temperamentos: Visión antroposófica

Estos cuatro temperamentos se expresan en el cuerpo etérico, formando cuatro tipos de cuerpos etéricos. Estos, a su vez, poseen diferentes corrientes y movimientos que se expresan con una cierta coloración básica en el cuerpo astral.   Rudolf Steiner GA 95

Para Rudolf Steiner los cuatro temperamentos (melancólico, flemático, sanguíneo, colérico) son las diferentes expresiones que se forman en cada ser humano del encuentro de las dos herencias que tiene cuando llega a este mundo.

Pudiéndose mezclar para formar cada existencia individual. Al mismo tiempo que cada persona se distingue por su propia individualidad, el temperamento solo los agrupa, de alguna manera. No se trata de clasificar a las personas, sino más bien de conocer a un ser humano y permitir que aflore en ella aquello que un primer momento no resulta tan evidente completando así toda su personalidad

El hombre se forma por el encuentro de dos corrientes, que son:

La herencia de su sistema familiar, raza, nacionalidad, etc.

A la herencia que recibimos de nuestros padres se le dota actualmente de una gran importancia, hasta el punto de convertirla en la fuente de la explicación de casi todos los comportamientos, enfermedades e, incluso destino de cada persona.

Este hecho se debe a la preponderancia actual del pensamiento materialista, que ha querido encontrar en la carga genética la explicación de los acontecimientos que le suceden, han sucedido o sucederán en la vida de un hombre. Con este pensamiento que se ha impuesto, se trata de negar otras realidades, como son las espirituales, signo de los tiempos actuales.

Lo que proviene de sus anteriores pasos por la tierra y del mundo espiritual

La visión antroposófica amplía esta visión unicista con la idea de que el hombre ha pasado por la tierra en otras encarnaciones anteriores y que éstas le han generado un karma.

Estos pasos anteriores por la tierra y sus consecuencias también le dotan al ser humano que llega de nuevo a la tierra de una características y son las que le permiten desarrollarse como individualidad.

Y, es que, al igual que ya se acepta por todos que la vida solo puede proceder de la vida, lo anímico espiritual que se encuentra en cada ser humano, solo puede proceder de lo anímico espiritual.

Se puede leer más

La unión de las dos corrientes

Cuando un Yo desciende del mundo espiritual trae la memoria de aquello que fue en sus anteriores encarnaciones. Este Yo decide también unirse a una segunda corriente hereditaria. De la primera se forma su parte anímico espiritual, mientras que de la segunda obtendría sus características vitales y físicas. De ahí el parecido de los hijos a sus padres y la posibilidad de poder heredar enfermedades y de la primera se deduce porque dos hermanos, por muy igual educación que hayan recibido nunca reaccionan de la misma manera.

Se debe producir una fusión armoniosa entre aquello que traemos de de nuestras vidas pasadas y que ha pasado por el mundo espiritual y aquello que tomamos de la herencia al llegar a esta tierra y que se compone de las propiedades de un pueblo, de una raza de unas costumbres propias de mi vida familiar, etc. 

Esta intersección será lo que constituye el temperamento y constituye la matriz espiritual que le permite afrontar la nueva vida equilibrando lo eterno con lo perecedero.

Los temperamentos como interacción entre los cuatro cuerpos

Los cuatro cuerpos se encuentran en el ser humano interactuando en todo momento:

El cuerpo vital o etérico es que permite dotar de vida y evitar el decaimiento, que sería la tendencia natural, del cuerpo físico que responde a las leyes de la materia.

El cuerpo astral dota de conciencia al ser humano y ha de vivir equilibrado con el vital para que no aparezca la enfermedad.

La organización del Yo, único cuerpo propiamente humano, es el que permite al ser humano la autoconciencia y, con ello, el hacerse cargo de su vida y escribir así su propia biografía.

Es la interrelación de estos cuatro cuerpos la que va a dar en cada persona la expresión de un temperamento de una manera más acusada. Esta relación es propia de cada encarnación y es decidida por el Yo espiritual antes de cada llegada a la tierra.

Predominio de los cuerpos

Los predominios de un cuerpo sobre otro establecen el temperamento de cada persona:

COLÉRICO

Así en el caso de que el Yo domine sobre los otros tres miembros la persona mostraré un temperamento colérico.

SANGUÍNEO

Cuando aquel que domina es el cuerpo astral se mostrará cómo sanguíneo.

FLEMÁTICO

Si domina el etérico estaremos en presencia de un flemático

MELANCÓLICO

Y cuando el preponderante es el cuerpo físico y hace que el Yo no pueda vencer determinadas durezas nos hallaremos ante un melancólico.

Si quieres trabajar los temperamentos a nivel de coaching contacta con nosotros